sábado, 14 de febrero de 2009
Ahí va ella...
Ahí va ella, silueta de alma herida y de orgullo forzado. Camina ya desalentada, mira cosas que no ve, quiere entender lo que jamás querrá ser entendido. Ella, absorta en aquellos vericuetos insondables siente anhelo por comprender qué extraña naturaleza es la que le hace daño. Un pie en ese pedazo de cemento que sofoca la vida de ciudad se vuelve atmósfera del calvario que sus pensamientos le generan. Todo es una misma cosa, no las distingue. Sólo camina, camina a veces sin llegar a ningún lado. Cincuenta cuadras recorridas, se encuentra ahora en la puerta de su casa. Ese recorte de madera pintado de blanco la hizo regresar a la realidad objetiva: descubrió que durante una hora con algunos minutos se había estado desplazando y que, sin embargo, en un tiempo casi efímero y volátil se encontró con aquel lugar en donde diariamente se alojaba. Sintió el cansancio de los cincuenta largos y grices bloques caminados. Reposó en su cama, y en ella siguió charlando sobre lo que tanto le había inquietado durante su trayecto de regreso a casa. Tomó su celular pero sabía que no debía hacerlo. Con nerviosismo aceptado presionó los botones dispuestos para formar aquellas palabras que no conducían, según su conciencia, a nada. Con impaciencia y especulando sobre cuál sería la respuesta, esperó. Lo que en lo subjetivo fue media hora, en lo objetivo no duró más de tres minutos. Se sobresaltó por la música del pequeño aparato, pues ella ya de nuevo discurría por los enroscados caminos de su mente. Leyó, y ¡para qué explicar la alegría de aquella muchacha!, era eso, eso era lo que pretendía leer lo profundo de su alma. Despertó, y una vez más desilusionada, dio media vuelta y meditando se sentó en el extremo de su cama. Reflexionando sobre el sueño creyó, locamente, que podría ser premonitorio y que si optaba por hacer lo que en su sueño había hecho podría obtener satisfacción similar a la que aquella chica, que era ella, había experimentado. Toma el aparato, intenta recordar lo que aquella lunática había escrito. Con dificultad logra un mensaje análogo y en un acto de no querer hacerse cargo de lo que envía, mira hacia el costado mientras que su mano extendida se atreve a dar el veredicto. Espera, y así cree estar siendo la que era en su sueño; y verdaderamente lo fue hasta el instante en que sus ideas empezaron a entrecruzarse; pues una nueva incertidumbre la rodea: ¿la respuesta sería la misma que aquel fantasma de ensoñación había recibido? ¿Habría respuesta? ¡Ay! ¡Ay! La necesidad de comunicación y de cariño mediatizas por ese pedazo de plástico. Se confunde, entonces toma el teléfono fijo, necesita el consejo de una voz amiga. ¡Ay!, pero si… ¡mirá! Sus oídos sólo logran captar una vorágine de palabras semi-articuladas. ¡Ay! ¡Pobre de ella que vuelve a despertarse! ¡Pobre de ella…yace ahí, nuevamente desilusionada! Ya no sabe si quiere ejecutar el plan de todas aquellas que fue durante el sueño. La primera vez había conseguido la respuesta querida, pero la segunda vez la respuesta había sido ninguna. Ojos tristes, llenos de lágrimas por la asfixia que genera retener en sí todas aquellas palabras destinadas a alguien que siente suyo pero que, sin embargo, no le pertenece porque él no es de nadie, ni siquiera de él mismo. No sabe qué hacer, y en la orilla de su lecho se balancea mientras que sus ideas, copiando el vaivén de sus piernas, se deslizan de un lado hacia otro del problema. Por fin, dio con algo, y se puso a escribir este pedazo de papel. Ella, eternamente dormida, dos veces tuvo que despertarse para volver a descubrir, en cada abrir de ojos, la tristeza de su desilusión. Pero ahora, escribe este trozo de papel. Quizás, espera a que algún sonido la despierte, desea estar en otra realidad. Despierta, o quizás dormida, se permite soñar: anhela que el tono de voz pausado y acariciador de aquel ser que tanto le da sin aún darle nada, susurre algo a su oído. Abro los ojos, y ahí está él, estamos los dos, finalmente despiertos, finalmente unidos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
niña, qué bueno que no atrapes tus sentimientos detrás de esos ojitos tristes y los dejes explotar libremente! ojalá abrir tu pecho haga que pronto se llene de emociones rosas... te quiero... espero que la melancolía no sea eterna...
ResponderEliminart adoro amiga!! y ya se q te voy a terminar leyendo en alguna revista o en aquel libro famoso... ya habria q empezar a escribirlo!!
ResponderEliminarJime
Ro sos una genia!! me encanta como escribis (para cuando el libro? jaja) espero q el final se cumpla. Te adoro!! Loli
ResponderEliminar